jueves, 26 de febrero de 2015

LA ISLA MINIMA



Si d. Alfred levantara la cabeza, se habría comido la mar de a gusto el menú familiar de palomitas a su salud. Hubiera disfrutado como un cochino en un charco. 

Cochino en un charco suena mal, pero he tenido ocasión de contemplarlos en plena faena en la sierra de Huelva, esos cochinotes belloteros del tamaño de un mamut siberiano que daban miedo, en serio...y sí..., es una metáfora muy acertada. Yo sustituiría en las escuelas el estudio de la Filosofía por el estudio de las metáforas, porque es que son todas el refinado producto final de siglos y siglos de observación empírica, ahí está concentrada toda la filosofía del mundo..., y además, que las clases las dieran nuestros abuelos. Salimos de la edad escolar convertidos en sabios de la montaña y no medio lelos que es como salen los niños ahora. 

Al genio del cameo en sus propias películas le hubiera encantado LA ISLA MINIMA. Y hubiera matado, que es de lo que más entendía, por lograr lo que consigue lograr esta peli con el paisaje inicial de las laberínticas y caleidoscópicas marismas del Guadalquivir, una metáfora visual de las torturadas mentes humanas que tan magistralmente retrataba el rey del suspense. Es una película buena desde el principio, desde esas vistas aéreas que parecen diseccionar el cerebro humano, un remedo de su córtex.

 El debate de la peli se desata por dos relojes. Y esos dos relojes hay que ver qué demonios nos han despertado, porque vemos teorías conspiratorias por todos lados. Esos relojes acaban convertidos en los alicaídos, gelatinosos y flácidos relojes de Dalí que nos cantan el bolero del reloj que no marca las horas para ponernos de acuerdo sobre la identidad del asesino. Mi contribución a La Isla Mínima y las interrogantes que plantea su suspense sobresaliente consiste en que, si vais a verla o si la habéis visto, aclararos el por qué de los dos relojes. Por favor, no creeros que ha sido Manolete el autor de los crímenes ¡ Qué nos gusta una movida conspiratoria, por Dios...! Que nooooo..., que el poli chiquitín no es el asesino ni tiene nada que veeeerrr...Que si enfocan su reloj en las últimas secuencias es para simbiotizarlo con el otro reloj que luce el responsable principal de los asesinatos, el que maneja al tonto del pueblo ejecutor. Puro simbolismo, pura metáfora. 

Un reloj luce en la muñeca del artífice de los macabros asesinatos. El otro, en un representante de la Ley. Les une que a los dos les gusta torturar y a la tortura y quienes la practican le es indiferente estar al lado o en contra de la Ley. Por eso, al final, cuando el poli malo franquista le pregunta al poli bueno demócrata que si " ¿todo bien?", el poli bueno le pone esa cara de indisimulado asco, pese a saber que le ha salvado la vida . No hay mucha diferencia entre el asesino muerto y ese policía vivo, ..ninguna. 

Deshumanizarse por completo es la única condición que precisan esas personas y esos sistemas parar conseguir sus objetivos o saciar sus vicios a través de la tortura. Marcan las mismas horas. 

Sí, d. Alfred hubiera disfrutado mucho viendo nuestra película española.., como un cochino en una marisma..